Un grupo de arqueólogos militares ha encontrado en una fosa común en la localidad checa de Vrbovec los restos del Feldwedel Kurt Knispel que falleció a los 24 años, el 28 de abril de 1945, sólo unos días antes del fin de la guerra.
Es sin duda el mayor as de carros de combate de todos los tiempos, con 168 carros confirmados y que podrían llegar hasta los 195. Pero es que además tuvo una fuerte personalidad que provocó que lo etiquetaran como indisciplinado y le generó constantes problemas con la superioridad militar hasta tal punto que la eficiente maquinaria propagandística nazi apenas hizo uso de su brillante actitud en el campo de batalla.
Fue condecorado con la Cruz de Hierro de Primera Clase tras la destrucción de su quincuagésimo blindado y con la Medalla de Oro de Asalto Blindado luego de sus 100 primeras batallas. Cuando Knispel había destruido 126 blindados (mas 20 no-confirmados) se le entregó la Cruz Alemana de Oro. Como comandante de un Tiger I y luego un Tiger II, Knispel destruyó otros 42 blindados enemigos. Aunque se lo recomendó cuatro veces para la entrega de la Cruz de Caballero, Knispel nunca la recibió. Por sus abiertas desavenencias con personajes nazis, no recibió las condecoraciones y ascensos con el que fueron reconocidos otros de sus colegas. Además, a Knispel no lo consumía la ambición de condecoraciones; cuando había disputas sobre la destrucción de unidades enemigas, Knispel siempre se quedaba en silencio, esperando que se le atribuyera a alguien más.
Quizás algunos de vosotros recordéis la famosa escena de la estación en "Ha llegado el Águila" (título original "The Eagle has landed", y protagonizada por Michael Caine. Pues esta basado en uno de los episodios más famosos y que mejor retrata la personalidad de Knispel:
En 1942 El III batallón del 4º Regimiento Panzer de la 13º División Panzer había salido de Alemania con los nuevos Panzer IV Ausf F2. Su destino era el área de Elista-Maikop. Al llegar a la estación de Cracovia, el convoy permaneció durante varias horas parado allí. En ese tiempo, Knispel, de 22 años, observa cómo un soldado de las fuerzas de defensa regional vestido con uniforme del Heer, (algunas fuentes apuntan a que era de las SS), golpea a un prisionero con la culata de su fusil, con el prisionero ya tumbado en el suelo, el soldado la emprende a patadas con él . Kurt Knispel, ignorando los consejos de su amigo y jefe de carro Alfred Rubbel, se apea del carro que está sobre el convoy, encaminándose hacia el guardián que grita, golpea y patea al indefenso prisionero, el cual, exhausto y sin poderse poner en pie permanece en el suelo. Knispel, lleno de rabia, empuña su pistola, apunta al soldado, y se encara con él:
-¡Detente, cerdo!
-¿Qué es lo que quieres?
-¡Pronto te lo mostraré!"
Knispel, lleno de rabia, golpea al soldado con la mano abierta, posiblemente asestándole una bofetada.
El soldado apunta con su rifle a Knispel, pero éste, más hábil que el soldado, le arrebata el arma, lanzándola contra las vías rompiéndola. Tras esto, el sorprendido soldado recibe unos cuantos golpes.
Knispel, más calmado, se vuelve a su carro con una sonrisa en su cara. El soldado, escarmentado, recoge lo que queda de su arma y trata con mayor corrección al prisionero... al menos de momento. El mayor premio de Knispel: la cara de gratitud del prisionero. Sin embargo, el jefe del batallón se enteró del incidente. El tren, por fin, se pone en marcha. En la siguiente estación es detenido. Una escuadra de la Feldgendarmerie (Policia Militar) busca a un hombre cuya descripción corresponde a la de Knispel.
- Si lo que queréis es llevaros a uno de nosotros con vosotros, entonces uno de vosotros tendrá que permanecer aquí y sentarse en el carro -, replicó el jefe de compañía. La Policía Militar insiste y el jefe de compañía más aún. Desenfunda su pistola y amenaza:
-¡En este tren yo estoy al mando! ¡Cualquiera que ponga el pie en él sin mi permiso será fusilado!
La Policía Militar, ante la gravedad de la situación no insiste. Se retira e informa de que el hombre que buscaban no se encontraba en el convoy, olvidándose, aparentemente, el asunto.
La guerra saca lo peor de sus angustiados protagonistas, pero también enaltece las actitudes de rectitud, compromiso y justicia. A toro pasado, con la perspectiva de la historia es fácil emitir juicios, pero también es demagógico y cínico. Hay que valorar las acciones de cada uno en su contexto vital, en la época que le ha tocado vivir, con lo que conocían en el momento y bajo las causas que provocaron sus actos. Muchas personas tomaron parte del bando vencido, que siempre es el equivocado, pero esto no debe bastar para poner en tela de juicio sus decisiones que a buen seguro para ellos, eran justas.
Jovenes como Knispel, convertidos en leyenda con tan sólo 24 años, con la responsabilidad de velar por la vida de sus compañeros y por los intereses de sus paisanos, demuestran una vez más que con valor, con mucho valor, el pueblo alemán pudo mandar a los nazis a tomar por el culo.
Fuentes:
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comenta pollo, pero recuerda quien controla aquí los huevos.